2 ago 2015

Amando Sin Razón

Ella aprendió a amar solo con mirar.

Una sonrisa le bastó para engancharse a su corazón, hacer suya esa mirada y escribir papelitos con frases cursis.

Días, meses, años pasaron y ella sigue escribiendo papelitos con frases cursis de amor y desamor; él le regala sus Te Quiero y la abraza con la fuerza de quien te siente en la piel.

Cada tanto la soledad les llegaba por su cuenta y regresaban a abrazarse con la misma pasión de la primera vez. Cada tanto pasaban ratos de soledad acompañada, cada uno con una lectura pendiente y disfrutando del silencio. Que hermoso puede ser el silencio acompañado cuando se disfruta de una caricia.
Practicaban el arte de recorrer sus cuerpos con una mano, llevando un libro en la otra.

Se les van los días en conversaciones intensas, se miran, se abrazan, bailan un poco y se vuelven a amar; dejando el corazón en la mesa de noche para no extrañar tanto la próxima ausencia.

Así viven ellos, con la decisión de vivir a distancia prudente para no comprometer sus valiosos ratos de soledad.

Ahora la vida los pone a mirar distintos horizontes, ella llora, él la abraza… ellos se besan pensando que no será el último beso, solo hasta el próximo.

Él aprendió a sonreír con solo mirarla. Su cuerpo ha sido tantas veces dibujado por sus manos que siente saberlo de memoria.
Él sabe que es el dueño de sus suspiros y que ella se queda dormida pensando en su amor.

Miran la vida pasar, y la vida pasa; parece seguir de largo, pero no. La vida se lleva instantes que quedarán grabados como ese recuerdo hermoso que fue encontrarse en el camino.

Llenar la vida de ausencias.

Mirarse como adolescentes enamorados de la ilusión.

Dejarse como amantes que desconocen el próximo encuentro.

Escoger la distancia.

Añorar la piel amada.

Despedirse llenos de sonrisas con los ojos húmedos de miedo, miedo a que la próxima conversación no lleve abrazos incluidos.

Todo pasa…


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